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Sátiro Barberini. Mármol. 2,15 m. siglo III a c. Gliptoteca de Munich. Alemania. |
Los sátiros o faunos son seres extraños. Los dioses entre los griegos eran seres idealizados, personajes perfectos por definición que dieron lugar a los arquetipos. Los faunos, por el contrario, representan algo mucho más terrestre. Como Nietsche explicó
hace más de cien años, nuestra cultura contiene la
extraña contienda entre los dioses apolíneos y perfectos
y los terrestres compañeros de Dionissos, entre el concepto platónico de la armónica belleza y la realidad
desbordante del sátiro. Los faunos representan la lascivia, el
incontrolable mundo del sexo y de la irracionalidad que se desborda y cargan también con el vicio de la embriaguez, ese alcoholismo obligado que con frecuencia les adormece, pues siguen al dios del vino y beben como posesos. Ellos son hombres incultos, animales que concentran su atención en la entrepierna y que se
pasan el día persiguiendo a las ninfas o copulan como bestias con las ménades, las sacerdotisas de Dionissos, en las bacanales sagradas que riega el gran dios del vino. Además, uno de ellos, llamado Pan, produce el terrible “pánico”, un miedo descontrolado que anula cualquier pensamiento, cuando alguien lo despierta de la siesta... La exquisitez del arte clásico los dejó un poco de lado en la época de los arquetipos, pero los recupera después, en el helenismo que viene después de Alejandro el Magno, cuando se cultiva el realismo y los hechos dramáticos e intensos interesan más que el equilibrio y la armonía.
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Sátiro Barberini. Mármol. Gliptoteca de Munich. |
Según la opinión de los especialistas, el fauno de Munich es una copia romana de un original en
bronce helenístico, de fines del siglo III a C, actualmente perdido. Su cuerpo, que es aquí totalmente humano, descansa sobre una piel de cabra (que es la parte inferior de su mixta naturaleza) y se encuentra en la inestable posición de alguien que parece buscar acomodo en medio de un sueño y se desliza hacia abajo. La postura de su brazo levantado y su rostro dormido con cabello abundante se parecen demasiado a la del esclavo del Louvre de Miguel Ángel como para no sugerir una relación estilística que no puede demostrarse por la fecha de su descubrimiento. Así es, en efecto, según cuentan las crónicas, esta escultura no apareció hasta el siglo XVII en una excavación realizada en el Castillo de
Santángelo. Dicen que la restauración para su propietario, el papa Barberini
(Urbano VIII), la hizo el famoso Bernini y cuentan que el escultor y
arquitecto recreó la figura para hacer más amplia la
apertura de sus piernas y más evidente la agresividad de su sexo. Aunque pienso que no es probable que un
artista se atreviese a tanto, la anécdota nos viene al pelo para
centrar de nuevo nuestra atención sobre esa parte central del cuerpo descoyuntado de este muchacho que sueña en el amor que no llega. El joven de cabello abundante, rostro ancho y boca carnosa entreabierta, se parece bastante a los Bacos del Caravaggio y tiene un cuerpo casi perfecto. Sin embargo, su postura de durmiente, de borracho, manifiesta que su mundo es el del placer sensual, el mundo de la
vida sin más y no el de la conceptual belleza.
Los fálicos sátiros tocan la flauta de Pan o de Marsias y han sufrido en la Edad Media de una asociación forzada con el demonio y el pecado, porque ambos lucen patas de cabrón. Desde entonces, ligados a la magia negra y al mundo de la brujería, los sátiros han ido de mal en peor. Hoy en día, como seres sin refinar, mantienen su mala prensa. Son sucios, son varones y son fuertes y, además, son unos zánganos. Ellos aluden a los instintos dormidos que de
pronto se despiertan. A su lado hay que olvidarse
de las normas. Si los veis por algún bosque o expuestos en algún museo, dejad que sigan durmiendo. Pasad a su lado en
silencio. Lo sátiros son así, brutos y hermosos, zafios y violentos. Son el macho natural, sin pulir, un concepto de macho en retroceso, perseguido... Dejad que sigan durmiendo.
Muy buena explicación, me encantó!
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