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Pedrito. Fernando Botero. Óleo lienzo. 194/150 cm. 1974. Museo de Antioquia. Colombia. |
El dolor por la muerte en un desgraciado accidente de tráfico de su hijito, de tan sólo cuatro años, llevó a su padre a la necesidad imperiosa de representar al niño en este cuadro azul, en ese príncipe Baltasar Carlos de juguete. El dolor de Fernando Botero, el pintor colombiano que se dio cuenta de que, desde el impresionismo, el arte se había olvidado del volumen, del modelado.
Botero lo pintó a su estilo. Ese estilo inconfundible que consiste en aumentar la masa de las figuras para darles volumen, peso y realidad. Reservó el centro para el niño, que se llamaba Pedrito, montado en su caballo de cartón, y lo vistió de guardia de tráfico para darle un color frío, que recuerda al del muchacho de Gainsborough, con la idea de alejarlo del horrible calor de las calderas a las que alude el disparate que resulta de la extraña conjunción de su nombre y apellido. El niño nos mira fijamente, pero no sonríe, despeinado, aunque sí lo hace su caballo, sobre ruedas, milagrosamente vivo. A su izquierda, en el suelo de la habitación, puso un muñeco azul, tumbado y muerto, y un muñeco padre sentado, que llora por la muerte de su hijo, y un enchufe con un cable negro que parece una serpiente venenosa. A la derecha, una casa de juguete tiene abiertas su puerta y una de sus ventanas. En el centro de ambos huecos, vemos a un hombre y a una mujer de luto, y detrás, la cabeza del caballo, apoyado en una puerta desmesuradamente grande que está cerrada e invadida por las sombras. Ascendiendo por el límite exterior de esta puerta, un picaporte dorado y la cerradura sugieren el color divino de la gloria y las llaves de San Pedro.
Ante el cuerpo muerto de su hijo, el padre siente el impulso de repetirse, de darle la vida de nuevo. Sabe que puede, porque es tan pintor como el mago de Altamira. Fernando Botero había dicho que el arte comprometido no tenía sentido, porque su eficacia revolucionaria era pequeña, pero también repetía que el buen arte sirve para hacer perdurables las imágenes. Perdurabilidad era lo que ahora perseguía, así que pintó el cuadro.
Se murió el pobre Pedrito. Miradlo.
Me pARECE EXCELENTE LA HISTORIA Y LOS DETALLES DE LA PINTURA... NUNCA MUERE AQUEL QUE ES RECORDADO PARA SIEMPRE
ResponderEliminarGracias.
ResponderEliminarfernando botero tiene un estilo único ,te lleva a ver sus obras de una manera única "con una magia que los artistas dan al mundo", es como si te transportara al cuadro que yace frente a tus ojos una historia única te hace sentir parte de la escena... a un maestro como el solo nos queda agradecerle por sus GRANDES obras
ResponderEliminarMUY BUENA Y UN #RESPECT_FERNANDO_BOTERO POR AFRONTAR TODO ESTO CON MUCHA VALENTIA AL PERDER A TU HIJO
ResponderEliminar#RESPECT_FERNANDO_BOTERO
ResponderEliminarNo dice como se murio
ResponderEliminarNo dice como se murio
ResponderEliminarNo dice como se murio
ResponderEliminarNo dice como se murio
ResponderEliminarNo dice como se murio
ResponderEliminaropa consegui uma tela dessa numa cooperativa junto com objetos superfulos enfim estou contente acho que vou ficar com ela.
ResponderEliminarse alguem quiser ou puder dialogar sobre a tela e me esclarecer algo agradeço.. sobre valor sei la
ResponderEliminarPedrito..botero..sigo redescubriendolo..desde que lo contemplé en vivo...allí. En el museo de zea
ResponderEliminarSe sabe de algunas versiones del mismo cuadro el cual al parecer lo pinto en más de una oración ..
ResponderEliminarEs maravilloso. El dolor desgarrador, que desgraciadamente comparto, por la muerte de un hijo plasmado en ese retrato inocente de un niño alegre acompañado por un muñeco tirado en el suelo y por una casita de muñecas en las que los padres se asoman a unos ventanucos oscuros y pequeños como la vida en aquellos momentos para ellos.
ResponderEliminarAdoro a Botero