relatos con arte

Lo que sigue es un intento de utilizar la ficción para motivar el aprendizaje de la Historia de Arte. Lo que sigue son pequeños relatos apócrifos, reflexiones, descripciones, cartas o poemas. Textos inventados siempre, pero inspirados en la historia, para mostrar los sentidos de las obras o adaptarlos a nosotros. En ellos se hace hablar al autor, a un personaje, a un crítico, a un mecenas, a un profesor o a un espectador que nos cuentan sus razones, su manera de ver, su sentimiento o su reflexión ante la imagen plástica. Se intenta llevar a los ojos a un nivel correcto de enfoque (que no pretende ser único o excluyente de otros, pero que sí se pretende interesante) y animar a la lectura de lo que se ve, o lo que es lo mismo, educar la mirada y disfrutar del conocimiento, concediendo al contenido, al fondo de las obras, un papel relevante que en nuestras clases, necesariamente formalistas, se suele marginar.

Una araña feminista

Maman. Louise Bourgeois. Sobre 9 m de alto. Bronce y mármol. 1990-2000. Exterior del Museo Guggenheim. Bilbao
Las feministas somos gente luchadora y convencida. Los hombres son nuestros polos contrarios, los que hacen que seamos mujeres y los que nos dominan. Los hombres suelen padecer de un mal sexismo. Ellos no se dan cuenta del todo del daño que nos hacen. Por eso les combatimos. Nuestro combate es sobre todo cultural. Tenemos que acabar con el sexismo. Tenemos que luchar contra esa construcción intelectual que consiste en hacernos diferentes, porque de ella se deducen valores y comportamientos que están en la base de nuestra discriminación.
Yo soy profesora de arte y por eso voté con gusto para conseguir que Louise Bourgeois fuese la primera mujer en entrar a formar parte del club restringido de autores y obras del temario del examen de selectividad. Lo que yo no sabía es que, mientras aquí en Santander yo votaba por añadir su araña a la lista, ella moría en Nueva York. Tampoco sabía que ella hubiera emigrado a Nueva York desde París en los años treinta, ni que su escultura americana tuviera un contenido sexual tan explícito como luego he descubierto. Sabía, eso sí, que era mujer, que su araña del Guggenheim era muy grande y que la escultora aludía a su madre con cariño (la araña se llama Maman), una mujer que trabajó en París en la restauración de tapices y que, enferma, había sido traicionada por su marido, el padre de la artista.
La gran araña de bronce de casi 10 metros de altura tiene ocho largas patas femeninas y tiene una red pequeña con diez minúsculos huevos de mármol tallados uno a uno con todo el cariño artesanal de sus manos. La gran araña teje redes de luz, de palabras, de valores y de confianza en los que una hija siempre queda atrapada. En araña se transformó Aracne por intentar rivalizar en el sentido artístico y, por lo tanto, creativo con Atenea, la diosa de la sabiduría. La araña es también peligrosa, como la viuda negra que se come al macho después de copular con él... A las puertas del Museo de Bilbao, la araña está quieta. Nos deja pasar bajo sus patas y nos mira sin hambre y sin ira. Ella ya no teje tapices, ni tiene hijos, ni necesita un nuevo macho, ni nos asusta por su tamaño monstruoso. Ella sólo está y sólo significa. Significa muchas cosas... Me gusta la araña de Louise Bourgeois y estoy segura de que pronto, muy pronto, va a caer en el examen. De modo que, manos a la obra...      

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