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Inmaculada. Sacristía Catedral Granada |
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Inmaculada. Madera pª. Alonso Cano. 1656 |
Ella es joven y graciosa, una niña guapa y dulce. Sus grandes ojos en su cara redonda, su pequeña boquita, su nariz recta y leve, su pelo negro, largo y húmedo, sin cuidados excesivos, pero limpio y peinado con raya en medio... Es una niña hermosa, es una niña noble y limpia, una niña de alta cuna que se mueve con presteza y elegancia, una niña obediente, que ha bajado su cabeza y mira hacia abajo, consciente de que su fuerza no procede de ella misma y sí de una instancia superior. Ella es algo más que una niña, es la Virgen, concebida sin pecado, la Inmaculada Concepción, es la representación de un dogma que, entonces, cuando Alonso Cano la esculpe en 1656, aún no había sido aceptado por la iglesia. Roma respetaba la idea pero no la compartía. En España, sin embargo, nuestra iglesia militante, esa de la que se dice que es más papista que el Papa, opinaba que era un hecho, un dogma necesario que había que reivindicar. Por eso, la Inmaculada aparece sobre una nube, rellena de querubines, por eso aparecen los dos cuernos de la luna hacia abajo y el demonio en forma de serpiente... Ella triunfa sobre ellos, ella está en un apoteosis de gloria, en el cielo, sobre nubes, porque es la Inmaculada, la Purísima Concepción... Miles de mujeres en España se llaman Inma o Conchi, como ella, miles de mujeres cuyo nombre proclama la limpieza y la pureza de la Virgen, la mujer destinada a ser la madre de Dios.
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Con peana y armarito. |
Alonso Cano, el granadino que fue a la vez arquitecto, escultor y pintor a mediados del siglo XVII, la ve como una niña ingenua y la representa en el muy pequeño tamaño de esta estatuilla de madera policromada de menos de medio metro de altura sobre un pedestal de plata, que se hace para ser situada sobre el facistol del coro de la catedral de Granada y que se guarda hoy en un pequeño armarito de la sacristía de esta misma catedral. Va vestida con una túnica verde, que alude a la esperanza de la redención, y con un manto azul de pureza. El manto se expande sobre el tronco para conferir a la escultura el perfil compositivo de un rombo redondeado que tiende a disimular las formas más femeninas de la cintura y el vientre, y a producir una sensación de inestabilidad, como consecuencia del estrechamiento inferior en la zona de los pies. El manto además es tratado con pliegues más profundos y redondeados que los más pegados de la túnica clara, con lo que se consigue un claroscuro intenso, a la vez que se valorizan las distintas texturas de manto, túnica y carne. El movimiento sugerido por la inestabilidad del rombo compositivo se acentúa con la sugerencia lejana del cuerpo, con la pierna que avanza impetuosamente bajo el manto y con el giro de la cabeza (hacia abajo y hacia la izquierda) y de los brazos, que se adelantan para sugerir la postura orante... De este modo la expresión corporal resulta natural, nada envarada, la compañía necesaria de la nobleza, de la serenidad y de la ingenuidad de su rostro... Se ha buscado el realismo, presentarnos a la Virgen como un hermoso objeto. Una niña desprovista de corona, vestida de colores planos (ya no existe el pan de oro del estofado renacentista), una niña bella y obediente que acepta los designios del Altísimo...
Es tan pequeña la Virgen, que al mirarla siempre pienso en las muñecas que tenían mis hermanas... Me diréis que soy un loco y un machista, y algún punto incorregible de ambas cosas hay en este comentario, pero el modelo femenino e infantil que nos presenta Alonso Cano me convence mucho más que el atractivo inconsciente de la Barbie o que la dulce inexpresividad de la mayor parte de las muñecas de mis hermanas, me parece más sincera su expresión delicada y obediente que la expresión orgullosa con sonrisa prefabricada de las modelos de pasarela o que la insolente distancia de los autorretratos de Cindy Sherman...
He pensado mucho en ella, tan pequeña y vulnerable, encerrada en una cárcel de madera y cubierta por barrotes de cristal. Me parece que allí está impregnada de una especial tristeza. Está en la ciudad de la Alhambra, en una catedral que resume como ninguna el gótico y el renacimiento, en una amplia sacristía barroca... He pensado en escribir al arzobispo de Granada para que la saque de esa caja tan horrible y la deje en libertad, si es posible sobre el antiguo facistol para el que fue concebida, sin pecado original.
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