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San Hugo en el refectorio de los Cartujos. Zurbarán. (1630-35). Óleo sobre lienzo. 267x320 cm. Museo de BB AA de Sevilla |
Procedente de la sacristía de la Cartuja de Sevilla, se encuentra en el Museo de Bellas Artes este óleo sobre lienzo, pintado por Zurbarán. Este pintor extremeño domina en la 1ª mitad del siglo el mercado conventual de esta ciudad, la más rica de España, entre otras razones, porque todo el oro de Ámérica se desembarcaba en su Casa de Contratación.
Su estilo es muy tenebrista. Destaca sobre todo por el naturalismo de los rostros y por la extraordinaria calidad de la textura de los objetos (tanto en la textil de los hábitos blancos de los cartujos, como en la de la cerámica de Talavera y los panes de la mesa), modelados con un claroscuro intenso que procede de una luz clara y única, que suele venir de arriba. Sin embargo, Zurbarán es algo torpe en la composición. Normalmente yuxtapone a los objetos o figuras, sobre un fondo, cuyo plano más profundo suele parecerse a un decorado. Esto no le impedirá disfrutar del éxito entre la clientela de los conventos de Sevilla hasta que es desplazado por la sentimental religiosidad de Murillo.
En el cuadro que estamos viendo se nos cuenta un milagro antiguo, del siglo XI, cuando se crea la orden cisterciense. En este milagro se nos habla de la abstinencia, de la mortificación como medio de santificación. En el primer plano aparecen un joven paje y el obispo San Hugo, vestido de gris y un poco inclinado hacia delante y con cachaba, como delatando su edad avanzada. El obispo parece estar interrogando a su paje y éste le está contando. Le cuenta que ha visto un milagro, que la carne que el mismo había enviado cuarenta días antes para que comieran los siete monjes cartujos allí presentes -los mismos que habían fundado el convento, siguiendo a San Bruno- acababa de convertirse en cenizas, al tiempo que se despertaban de un extraño y misterioso sueño. Los siete, vestidos de blanco y situados tras la mesa del refectorio, se habían quedado dormidos mientras discutían sobre si convenía o no comer la carne y, cuando despertaron y vieron el prodigio, entendieron que Dios se manifestaba para que practicaran la abstinencia (lo mismo que la practicaron la Virgen con el niño, durante la huída a Egipto, y lo mismo que el San Juan en el desierto, que decoran la pared del fondo).
En consecuencia el mensaje era sencillo. Un mensaje contrarreformista: Penitencia y no placer. La carne es débil. Para llegar a Dios, penitencia, y para hacer penitencia, la más penitente de todas: La Orden de los Cartujos.
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