relatos con arte

Lo que sigue es un intento de utilizar la ficción para motivar el aprendizaje de la Historia de Arte. Lo que sigue son pequeños relatos apócrifos, reflexiones, descripciones, cartas o poemas. Textos inventados siempre, pero inspirados en la historia, para mostrar los sentidos de las obras o adaptarlos a nosotros. En ellos se hace hablar al autor, a un personaje, a un crítico, a un mecenas, a un profesor o a un espectador que nos cuentan sus razones, su manera de ver, su sentimiento o su reflexión ante la imagen plástica. Se intenta llevar a los ojos a un nivel correcto de enfoque (que no pretende ser único o excluyente de otros, pero que sí se pretende interesante) y animar a la lectura de lo que se ve, o lo que es lo mismo, educar la mirada y disfrutar del conocimiento, concediendo al contenido, al fondo de las obras, un papel relevante que en nuestras clases, necesariamente formalistas, se suele marginar.

Ladrillos de aire

Plaza de San Pedro y Basílica de San Pedro, Roma.
La gran aportación del barroco a la historia de la arquitectura es el urbanismo. Hasta entonces el poder no fue capaz de desarrollar otra arquitectura que la de la fachada exterior, que es lo propio de la arquitectura griega, o la del contenido interior bajo cubierta, que es la propia de los romanos, de la Edad Media y del Renacimiento.
Plaza Mayor de Madrid
En el barroco, los Papas en Roma, los reyes de la España del siglo de Oro (los Austrias Menores) del XVII, o los recién llegados Borbones, de la España del siglo XVIII, lo mismo que los reyes de Francia, consiguen suficiente poder político y bastante dinero de sus súbditos como para estar en condiciones de dejar su impronta en la ciudad, ese organismo que ha crecido de forma anárquica con un entramado laberíntico de callejas sin rumbo que produce enormes problemas de transporte y de seguridad.
Resolver estos problemas con el cortafuegos de una calle relativamente recta (como la Calle Mayor de Madrid) o con una plaza central geométrica que concentre la vida, el mercado, las fiestas y los actos políticos y sociales más significativos (como en España fueron los Autos de Fe) se convierte en el barroco en una necesidad enormemente costosa. En efecto, las nuevas plazas y calles cuestan un Potosí, no sólo por las construcciones nuevas que delimitan el espacio vacío, sino, sobre todo, porque ese vacío es muy caro, porque hay que expropiar un suelo que antes estuvo ocupado por casas o por conventos o porque, debido a su alto valor, hay que convencer antes a los que quisieran transformarlo en dinero para el rey (Plaza de los Vosgos). 
Plaza de los Vosgos, París
Plaza Mayor de Salamanca
Así había surgido el precedente de la Plaza Mayor de Valladolid en el siglo XVI, y surgirá ahora la de Madrid, con proyecto de Gomez de Mora, en el siglo XVII, y la de Salamanca, del siglo XVIII, de Alberto Churriguera. Asi surgirá también la Plaza de San Pedro del Vaticano, la más barroca de todas por su forma de elipse, la que proyecta Bernini para ser el marco apropiado para el acceso a la Basílica de San Pedro, el lugar en donde se concentran los romeros. Una apoteósis de luz al salir de las callejas romanas que la rodeaban. Un efecto que se nos oculta si accedemos a la Plaza a través de esa nueva y ancha vía que va desde el puente hasta la plaza, y que es obra del siglo XX, de la época de Mussolini. 
Todas ellas, plazas geométricas, cerradas y con una arquitectura uniforme, plazas como la plaza de los Vosgos, que manda construir Enrique IV e inaugura Luis XIII, en París, a principios del XVII. Plazas barrocas, llenas de gente, centros de actividad y de pasiones múltiples. Plazas como la Plaza Navona, en Roma, que se desarrolla en torno a la Santa Inés de Borromini, ocupando el espacio alargado que dejó libre un antiguo circo, y en donde Bernini situará su famosa fuente de los cuatro ríos.
Son espacios huecos que se llenan con las vidas anónimas que suceden en sus soportales o en las fuentes que las decoran. Son los testigos de ese ánimo creciente del poder por intervenir en nuestras vidas, ahora que su poder aumenta, y de la fecundidad de la idea de construir el vacío, de planificar una arquitectura invisible con ladrillos de aire. 

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