relatos con arte

Lo que sigue es un intento de utilizar la ficción para motivar el aprendizaje de la Historia de Arte. Lo que sigue son pequeños relatos apócrifos, reflexiones, descripciones, cartas o poemas. Textos inventados siempre, pero inspirados en la historia, para mostrar los sentidos de las obras o adaptarlos a nosotros. En ellos se hace hablar al autor, a un personaje, a un crítico, a un mecenas, a un profesor o a un espectador que nos cuentan sus razones, su manera de ver, su sentimiento o su reflexión ante la imagen plástica. Se intenta llevar a los ojos a un nivel correcto de enfoque (que no pretende ser único o excluyente de otros, pero que sí se pretende interesante) y animar a la lectura de lo que se ve, o lo que es lo mismo, educar la mirada y disfrutar del conocimiento, concediendo al contenido, al fondo de las obras, un papel relevante que en nuestras clases, necesariamente formalistas, se suele marginar.

Realidad

Entierro en Ornans. 1849. Gustave Courbet. Óleo sobre lienzo. 3,15m-6.68m. Museo de Orsay. Paris.
Corría el año 1995 y yo estaba explicando en el Museo del Quai D'Orsay de París a mis alumnos del viaje de estudios del Instituto de Camargo los grandes cuadros de Courbet.
Decía que su "Entierro en Ornans" era un raro, excepcional, cuadro de género. Que un entierro es un acto social, con su rito y su costumbre, y que el cuadro lo describía con fidelidad. Decía que el cuadro no era una obra religiosa, sino laica, porque el hecho no se representa para excitar la fe a través de un milagro (como el entierro del conde Orgaz), pero contaba también que nuestro entierro no tenía el tamaño normal de los cuadros de género (normalmente pequeños) sino el tamaño de los cuadros de historia neoclásicos o románticos como la coronación de Napoleón de David, que acabábamos de ver por partida doble en el Louvre y en Versalles. Además hablaba de esa larga lista de retratos minuciosos de veintitantos convecinos del artista, que asistían al entierro del abuelo republicano del pintor en Ornans, custodiado por una iglesia negra (católica) y otra roja (laica), con las mujeres por un lado y los hombres por el otro, bajo un paisaje horizontal que cubre a todos los personajes (salvo a la cruz del crucifijo).
El origen del mundo. 0.46m-0,55m. 1866. Gustave Courbet.
Mientras pensaba en contarles que la obsesión por la representación de la realidad ("realismo") conectaba con un pensamiento socialista (lo que conduciría al autor, veinte años después, a participar en la Comuna de París), mientras decidía que sería mejor no mencionar la relación del artista con Proudon y Baudelaire ni remarcar el contenido laico del mensaje socialista (que entra en contradicción con el papel importante que se concede a la cruz en el cuadro), cuando empezaba a darle vueltas a la semejanza notable entre el paisaje jurásico del cuadro y el del páramo de la Lora, que domina Valderredible, noté que me estaba quedando sólo.
En efecto, mis alumnos se marchaban hacia un lado de la sala poco a poco sin que yo pudiera impedirlo. ¿Qué pasaba?, pensé, ¿me estoy pasando de rollo? ¿Mi maldita piorrea? ¿La fetidez terrorista del silencioso cuesco de un alumno? Nada de eso. La explicación del asunto era la expectación provocada por un cuadro. Bastaba traspasar la isocefalia continua de las cabezas de mis alumnos para ver un ancho marco y un lienzo casi cuadrado de medio metro de lado. Interrumpí mi discurso y me acerqué para verlo más de cerca: La dirección del Museo había decidido instalar en esa misma sala otro cuadro de Courbet, llamado "El origen del mundo", un cuadrito que el estado francés había heredado de la familia de Lacan. Los chicos consideraron que este cuadro representaba mucho mejor al realismo, porque buscaba el escándalo y porque pretendía representar la realidad sin simbolismos. A las chicas, su escabroso contenido no les hizo tanto efecto.

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