|
La persistencia de la memoria. Salvador Dalí. 1931. Óleo sobre lienzo. 24 por 31 cm. MOMA de Nueva York |
Explotando sus enormes ansias de triunfo y de dinero, Dalí utiliza el surrealismo y el psicoanálisis como plataforma de promoción publicitaria. Por eso, para justificar su obra, Dalí se pasa la vida despistando, relacionando lo blando y lo duro con su complicada sexualidad, con su hábito masturbatorio y con el queso de Camembert. Su método crítico-paranoico forma parte del juego. En este cuadro, denominado “la persistencia de la memoria”, se podrían emplear semejantes argumentos, pero también se podría prescindir de ellos e interpretar la obra sólo como lo que es: Una pequeña (24 por 33 cm) y sencilla obra de arte. Eso es lo que me propongo hacer ahora:
Este óleo sobre lienzo, si nos atenemos al título, nos habla sobre la memoria y tiene como protagonistas a tres relojes blandos y uno duro. Los relojes representan el tiempo y su hora tiende siempre hacia la seis, que es la hora vertical, el norte, la búsqueda de lo alto o de lo bajo. Pues bien, tan sólo esta hora escondida y el árbol seco de la izquierda, mantienen la vertical. Sin embargo son abundantes las formas horizontales (mesa, playa, horizonte, rama). El contraste de la luz del primer plano semioscuro con el fondo más luminoso en el que se inscribe el paisaje de la roca de Cadaqués también es horizontal. La repetición de horizontales produce una sensación de reposo y de estabilidad que resulta coherente con tres de los cuatro relojes, en los que se inscribe esa hora, las seis, que es la hora de la siesta o la hora del amanecer.
Además, es verano. Hay hormigas sobre el cuarto reloj, el único que es duro, y una mosca sobre el reloj blando, que está al lado. Es hora de sueño tranquilo, apacible y secreto, una hora que rima también con el último protagonista del cuadro, con esa forma orgánica de la derecha, que está tumbada en la playa, con el ojo cerrado, durmiendo... A mi no me parece que esa forma se parezca al pintor ni que tenga la nariz larga. Me parece más un cetáceo o un pez gordo, pero siempre tumbado, dormido a la hora de la siesta o al atardecer, cuando la playa está aún desierta...
El mes pasado me dijeron que los neurólogos acababan de descubrir que el sueño sirve para revisar los recuerdos, de modo que éstos, cuando aparentemente sólo descansamos, se acumulan o se olvidan. Me contaron que las personas con problemas de sueño sufren problemas de memoria. Asi que he pensado que en el sueño nuestra mente repasa los recuerdos que significan y destina al olvido lo que ya no se utiliza. También he pensado que el fondo, las rocas de Cadaqués, son tiempo sólido, porque son tiempo geológico, y son olvido, un olvido que no está esfumado, un olvido de perfiles precisos y perfectamente modelados.
En su mundo onírico, por lo tanto, la memoria, el tiempo, es vida, imágenes blandas, móviles, cuyo sentido, a veces, no comprendemos. La memoria es vertical e incluye lo alto y lo bajo, la espiritualidad y el pecado. La muerte, sin embargo es sólida, el destino o punto de fuga de nuestra perspectiva. La muerte es ese olvido tan nítido. La única convicción. Lo único que es siempre seguro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario