relatos con arte

Lo que sigue es un intento de utilizar la ficción para motivar el aprendizaje de la Historia de Arte. Lo que sigue son pequeños relatos apócrifos, reflexiones, descripciones, cartas o poemas. Textos inventados siempre, pero inspirados en la historia, para mostrar los sentidos de las obras o adaptarlos a nosotros. En ellos se hace hablar al autor, a un personaje, a un crítico, a un mecenas, a un profesor o a un espectador que nos cuentan sus razones, su manera de ver, su sentimiento o su reflexión ante la imagen plástica. Se intenta llevar a los ojos a un nivel correcto de enfoque (que no pretende ser único o excluyente de otros, pero que sí se pretende interesante) y animar a la lectura de lo que se ve, o lo que es lo mismo, educar la mirada y disfrutar del conocimiento, concediendo al contenido, al fondo de las obras, un papel relevante que en nuestras clases, necesariamente formalistas, se suele marginar.

El castigo de los dioses

Grupo del Laocoonte. Escuela helénistica de Rodas. 50 después de C. 242 cm. Mármol. Museo Vaticano. Roma
En este mismo año, en 1506, han encontrado en las termas de Trajano esta hermosa escultura de mármol, que es de lo mejor que yo haya visto nunca. Como soy escultor puedo decirlo. Se trata de una obra pensada para ser vista de frente, con tres varones desnudos de dos escalas diferentes y una serpiente. El autor ha procedido con destreza combinando un canon perfecto, una fuerte tensión muscular en los cuerpos, una expresividad dramática en los rostros y un cierto desequilibrio en las figuras que, integrado en una composición en la que prima la diagonal, produce una sugestión de movimiento que me resulta muy interesante. Además su claroscuro es intenso, en especial en las barbas y en los abundantes cabellos del protagonista y en su boca, en donde el trépano ha profundizado sin temor. Se trata sin duda de una obra griega, porque mantiene ese gusto por el desnudo de la figura humana con un canon perfecto y porque su tema es fácil de identificar: "El castigo de Laocoonte y sus hijos", que es un tema derivado de las epopeyas homéricas de la guerra de Troya, y que aparece, además, en la Eneida de Virgilio. Sin embargo, la información más relevante al respecto nos la ofrece Plinio el Viejo, que habla de esta obra en un texto sobre el palacio de Nerón, y que la atribuye a Agesandro, Atenodoro y Polidoro, escultores de la escuela de Rodas de los siglos III o II antes de Cristo. La obra nos dice a todos que los griegos son también capaces de la máxima expresividad dramática, cuando abordan los temas del dolor y del sufrimiento. Nos habla del interés por la calidad de las cosas y su claroscuro (ved la preciosa tela) y del gusto por conectar a las figuras y por sugerir movimiento...
Teniendo en cuenta la extraordinaria importancia de la obra, le he aconsejado al papa Julio II que compre el grupo escultórico y que lo exhiba en el Vaticano, en el patio que llaman del Belvedere, para que toda Roma pueda conocerlo, en compañía de ese Apolo que me sirvió de modelo para el rostro del David. También le he adelantado al Papa la idea de restaurar el brazo derecho del Laoconte con un brazo tensionado y doblado hacia delante, de modo que la mano se acerque a la cara. Creo que, finalmente, Julio II me hará caso...
Y ahora me da por pensar que, en realidad, Laoconte fue sobre todo un profeta, un profeta como aquellos que estoy pensando en pintar, en la Capilla Sixtina, junto a las Sibilas clásicas, y que sus hijos son jóvenes desnudos, de escala inferior a la de su padre, como los bellos Ignudi que aparecerán sobre ellos... Creo que es buena la idea... ¿Sabeis quién soy? ¿No?  Soy florentino de origen y, aunque todos me conocen por mi nombre de pila, me apellido Buonarroti.

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