relatos con arte

Lo que sigue es un intento de utilizar la ficción para motivar el aprendizaje de la Historia de Arte. Lo que sigue son pequeños relatos apócrifos, reflexiones, descripciones, cartas o poemas. Textos inventados siempre, pero inspirados en la historia, para mostrar los sentidos de las obras o adaptarlos a nosotros. En ellos se hace hablar al autor, a un personaje, a un crítico, a un mecenas, a un profesor o a un espectador que nos cuentan sus razones, su manera de ver, su sentimiento o su reflexión ante la imagen plástica. Se intenta llevar a los ojos a un nivel correcto de enfoque (que no pretende ser único o excluyente de otros, pero que sí se pretende interesante) y animar a la lectura de lo que se ve, o lo que es lo mismo, educar la mirada y disfrutar del conocimiento, concediendo al contenido, al fondo de las obras, un papel relevante que en nuestras clases, necesariamente formalistas, se suele marginar.

Pintar el dogma

Pantocrator de San Clemente de Tahull. Fresco. Siglo XII. Museo de Arte de Cataluña. Barcelona.
Me pidieron que en el ábside de esta iglesia pirenaica pintara este gran fresco. Domina un enorme Pantocrator, ese Cristo en majestad que se sienta sobre un trono y que reina sobre el firmamento, rodeado por la mandorla y por el tetramorfos simbólico. La comunidad benedictina me hizo seguir sus instrucciones de manera rigurosa. Nada debía de escapar a su control doctrinal, pues el dogma es algo único. Me dijeron que no improvisara, que no se me ocurriera pintar nada que no se hubiera pensado y aprobado. El Cristo tenía que ser poderoso, por eso sería más grande que las otras figuras y habría de ocupar el centro. Convendría, además, que artificios como hacer más grande su cabeza y más pequeños sus pies se utilizasen para hacer más creíble su poder. Su expresión no sería humana, pues nuestras pasiones no afectan a Dios, por eso sería hiérático, solemne y distante, y estaría precedido del alfa, que es el principio, y de la omega o final, tendría el libro abierto en una de sus manos y con la otra estaría bendiciéndonos, salvándonos en la eternidad. Más allá de la mandorla, cuatro ángeles nos muestran los cuatro símbolos del tetramorfos y, abajo, tras la inscripción de sus nombres, los santos exhiben sus libros y aureolas y la virgen la sangre de Cristo.
Pintor, me dijo el fraile vestido de negro que me ayudaba a pintar, olvídate del espacio y del volumen. Los colores han de ser planos. El fondo, como en los beatos, debe de estar dividido en franjas. El dibujo ha de ser grueso. Los nombres de cada cual han de estar bien escritos justo a su lado. Si te gusta decorar, aplícate en los vestidos, en el arco sobre el que se sienta Cristo o en las líneas de la mandorla. Ahí es lícito emplear juegos geométricos o decorativos. Lo demás es invariable. Ha de ser siempre así. Lo que importa es sólo el dogma. El esquema ha de ser claro. Olvida la realidad. Aquí estás pintando tu fe. 

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