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Maja desnuda. Francisco de Goya. Oleo sobre lienzo. 97 por 190 cm. 1790-1800. Museo del Prado. Madrid |
Su rostro es impersonal, con la idealización relativa de las majas. Sin embargo, la actitud de la mujer da mucho que hablar. Su desnudo es agresivo. Carece de cualquier signo que permita asociarla con un tema mitológico. Por lo tanto no es una Venus, no es una diosa, ni siquiera es una dama. Es una mujer agresiva, una hembra que mira hacia el espectador de frente y con descaro, una mujer que exhibe el vello púbico y levanta sus brazos por encima de la cabeza para hacer más explícitos sus pechos. Estos son relativamente voluminosos y turgentes y están un poco separados. Según algunos, estos pechos son parecidos a los de la duquesa de Alba, con la que tuvo el artista una antigua relación sentimental. Eso explica que la obra haya sido propiedad de la duquesa, hasta que ha acabado aquí, en palacio. Godoy la ha hecho instalar en su gabinete privado, junto al famoso desnudo de Velázquez al que llaman la Venus del Espejo, y le ha pedido al autor que le pinte una réplica vestida, para poder ocultar a la desnuda con un sencillo mecanismo, cuando alguien de poca confianza entre en su gabinete. El autor, un tal Goya, lo ha hecho, pero de tal forma, utilizando un estilo tan distinto que, aunque se represente a la misma mujer y en la misma posición, son dos cuadros radicalmente diferentes. Dicen que ese cuadro puede traer cola. Si se enteran los tiquismiquis funcionarios de la Inquisición y Godoy se hace el sueco, ese Goya no se libra de ponerse el sambenito...
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Maja vestida. Francisco de Goya. Oleo sobre lienzo. 95 por 188 cm. 1802-1805. Museo del Prado. Madrid |
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