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Las señoritas de Avignon. Pablo Ruiz Picasso. Óleo sobre lienzo. 243,9 x 233,7 cm. 1907. MOMA. Nueva York |
No son cinco señoritas, ni son de la ville d'Avignon. Son cinco las putas desnudas de la calle Avinyó de Barcelona, posando tras una cortina y en torno a una mesita con frutas sobre un fondo de un tono azulado y frío. Dos de ellas esconden su rostro tras máscaras africanas o ibéricas, una está sentada y de espaldas, como sorprendida de salir en esta imagen. Otras dos, en el centro, posan de forma erótica, con los brazos elevados sobre sus cabeza y mirando fijamente al espectador. La última, a la izquierda, aparece en pie y mirando hacia la derecha como una linda dama egipcia que soporta sin descanso esa eterna y formalista ley de la frontalidad en la que las cosas se representan por convención en su posición más característica (rostro de perfil y ojo de frente), al tiempo que levanta la mano y descorre la cortina. Todas ellas nos miran con sus ojos vacíos. Nos miran acusadoras. Nos miran con mayor intensidad que la de nuestra mirada. Las putas son así, orgullosas femmes fatales, mujeres que venden placer y contagian sífilis, seres humanos que sugieren amor y vida pero también te pueden llevar a la muerte. La forma contemporánea del desnudo femenino no son las bañistas de Cezanne ni las de Matisse de "la joie de vivre", no, la forma del desnudo femenino son las escandalosas putas que te miran a los ojos, como la Olimpia de Manet o La maja de Goya. Una imagen de escándalo, una imagen que me sirvió como laboratorio para experimentar el consejo de Cezanne de pensar la realidad y reducirla a facetas geométricas.
Así rompí definitivamente con el punto de vista único e inmóvil de la perspectiva lineal renacentista. Así pude especular con la simplificación de lo aprendido en las máscara africana de las mujeres de la izquierda y con la simplificación ritual de las máscaras ibéricas. Aunque no lo mostré al público en una exposición hasta 1916, nueve años más tarde de haberlo realizado, nunca nadie triunfó tanto con un cuadro. Ya en 1907, Bracque y Matisse fueron capaces de valorar su importancia. Con él se inauguró el cubismo, la vanguardia constructiva y racional del siglo XX. Con él el arte se olvida de la realidad visual al representar a las figuras y a los objetos incluyendo distintos puntos de vista. Con ello el arte se intelectualiza. El objetivo del arte sigue siendo para mi el mismo que el de los clásicos, el mismo que el del gran Rafael: La composición equilibrada, a la que se subordina el color y también el modelado que confiere un volumen sumario a los cuerpos. Recuerdo que Cezanne pretendía justo esto: "Reducir la realidad al cilindro, el cono y la esfera". Tampoco el color es real. A veces, el color de las cosas se modifica para atender a las necesidades compositivas ¿No veis el color oscuro de de la raja de sandía? Comparadla con el de la cortina y el suelo... ¿Y qué me decís del color gris de las uvas?
http://www.youtube.com/watch?v=pqfjgM7StAE
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