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David. Donatello. 1440. Bronce. 1,58 m. Mº Barguello. Florencia |
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David. Donatello. Bronce.1440. |
Aún no soy un hombre. Soy un adolescente, un efebo, un joven que se siente muy seguro de sí mismo. Yo no sé lo que es la muerte, aún no he tenido tiempo de pensarla. Estoy orgulloso de ser como soy. Me sonrío. Tengo un cuerpo hermoso y represento a mi ciudad. Soy florentino. Llevo el sombrero campesino de Toscana y el pelo largo.
En estos tiempos de imperios que están naciendo y de ciudades independientes como la nuestra. Nosotros, los florentinos, nos sentimos los legítimos herederos de los romanos, por eso tengo este ritmo clásico y curvilíneo en mi postura, que hay quien dice que deriva de Praxíteles, y por eso es que estoy desnudo y tan bien proporcionado. Además soy de bronce y su técnica es difícil porque hay que tener hornos que fundan el estaño y el cobre y buscar las precisas proporciones en las que combinan mejor, igual que hicieron en Roma. Por mí causa aprendimos a hacerlo como lo hicieron ellos y por eso estoy satisfecho. Por eso y también porque aquí bajo mis botas está la cabeza de Goliath, la fuerza bruta. La masa de la maldad derrotada por mi valor y por mi astucia. Algún día seré rey y de mi estirpe nacerá el Mesias. Represento a la belleza, simbolizo el equilibrio y la inteligencia, aporto la sabiduría heredada por la historia para vencer a los ejércitos de las bárbaras naciones que pretenden dominarnos. Soy un joven de Florencia. La ciudad estado de los Médici, la heredera de Roma, la rica y sabia Florencia, la que es capaz de dominar a los mayores imperios con la fuerza de su pensamiento. Sí, estoy satisfecho y me sonrío. Soy al tiempo efebo, vencedor de la barbarie de un gigante, símbolo de la inteligencia, origen de la estirpe de Cristo, futuro rey de Israel y un muchacho de Florencia. Soy el pequeño David de Donatello. Pequeño de tamaño, si se me compara con el que sesenta años después hará Miguel Ángel, pero tan grande como aquel en mérito, en ingenio, en armonía y en orgullo de lo propio.
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