En mis autorretratos el centro de la atención son mis ojos, esos ojos que te miran fijamente, esos ojos que te taladran, que están clavados en ti. Estos ojos que dan miedo suplican que tengas piedad, suplican que me conozcas, suplican que mires dentro.
El mío es un rostro atormentado, un rostro con barba o sin barba. Un rostro serio, enfadado, con cara de pocos amigos, un rostro rudo y cansado, el rostro de un pelirrojo que mira con dardos de muerte.
El rostro de un extranjero con los ojos muy profundos y con cejas muy pobladas y salientes, que flota en un fondo neutro.
Mira mi pelo peinado con cuidado y hacia atrás, luciendo la frente larga y el entrecejo fruncido, para que quede muy claro que estoy pensando y pensando, que te miro con mi mente y que nunca dejo de mirarte.
Soy el hombre que más llora. Mirad los canales que nacen del hueco que se hunde en mi lacrimal. Mirad mi huesudo pómulo y mi nariz rectilínea. Mirad mis orejas bajas, carnosas... Ellas están siempre alerta. escuchan lo que me digas. Están atentas a todo, también se concentran en ti.
Soy un hombre de tez clara y soy un hombre inestable que sería capaz de matarte en un arranque de celos o de morir como un héroe y salvarte. Me llamo Vincent Van Gogh y soy el hermano de Theo. Un nuevo pintor holandés, que ha sido predicador y que siempre será un loco. Mi locura me hace huir de la línea recta. Necesito ver la huella de mi pincelada, el camino por el lienzo atormentado de mi yo, el color de mis ideas.
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