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Los Girasoles. Vincent Van Gogh. 92,1 por 72 cm. Óleo lienzo. 1888. Galeria Nacional. Londres. |
La luz de Dios y la de las aureolas de los santos es amarilla, dorada. Si hay una planta amarilla, si hay una planta con vida, esa es el girasol. El girasol es un ser que se mueve. Es una planta animal. Sigue al sol como embobado, como si en ello le fuera la vida. Por eso es el emblema de la fidelidad, porque es una planta hipnotizada. Se diría que la luz o el calor del astro rey lo enamoran de tal forma que no puede dejar de mirarlo y que toma su forma y su color tan sólo por imitarlo... Pero también el amor se marchita, también se corta el amor. Es ridículo cortar los girasoles y no resulta común guardarlos en un jarrón y ver cómo se marchitan, porque en rigor el girasol es sólo un fruto y no una flor. Por eso es contradictorio, extraño, un jarrón con girasoles... Yo soy ese jarrón extraño, el que guarda sin saber los girasoles, ese jarrón que la luz ilumina, la luz que viene de fuera, la misma luz que hace girar a todos los girasoles...
Si la luz del sol es la luz de Dios, los girasoles son la vida y yo soy el jarrón de la vida, el lugar en donde están los tallos verdes. Del jarrón parten los girasoles altos, los que se van inclinando, al tiempo que se marchitan, y los que caen hacia abajo, sometidos al imperio de la muerte.
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